Hace unos días informábamos del juicio a un maestro.  Hoy, él mismo nos cuenta que ha sido condenado a 60 euros de multa.  La cantidad, seguramente, es lo de menos, nuevamente la mentira, el abuso de autoridad, la criminalización de la movilización social porque sí, porque llevo uniforme y porra y tú te callas y ya está, se imponen sobre cualquier planteamiento que tenga que ver con la justicia, la ética o, por lo menos el sentido común. 
Como forma de apoyo y cercanía por nuestra parte, reproducimos su carta publicada en el blog de Marea Verde:  
¿Un maestro condenado?
La Justicia me ha condenado por una falta
contra el Orden Público a una pena de 10 días de multa, a 6 euros por
día. Sesenta euros por negarme a entregar mi documentación al mismo
agente de policía que minutos antes se había comprometido a no pedírmela si me marchaba de la puerta de un acto público al que no se me permitía acceder.
Me preguntan si voy a recurrir. Pues creo que no. Pagaré la multa. Además, me ayudarán a pagarla
decenas o cientos de maestras, madres y padres de mi cole, que ya se
han ofrecido. No porque el coste sea muy alto para mí (no más de lo que
perdí ese mismo 15 de mayo por secundar la huelga), sino por solidaridad ante una injusticia.
Porque la Justicia dirá lo que quiera, y
para eso tiene sus Leyes. Pero ahí está el vídeo, y ahí está la propia
sentencia, que da como hecho probado que la policía afirmó que “si no
nos íbamos, procedía a identificar para sancionar”. ¿Y si nos íbamos?
¿también? ¿ahora la policía se dedica a hacer acertijos y juegos de
palabras? Eso se llama mentir y engañar, aquí y en Pernambuco. Ahí está
el agente al mando aclarando (tal como aparece en la sentencia) que nos
mintió porque “dentro no tenía suficientes hombres”. Y ahí está la
declaración policial, que afirma que tenían órdenes de identificar.
Pues todo esto será legal y lo mío será
60 euros de ilegal, pero deja a cada cual en su sitio. A la dotación
policial en el rincón de la trola, a su jefe el gobernador civil en el
de los sheriffes tiranuelos, a la consejerilla de Educación parapetada
tras su escolta (que no dudó en identificar también a un profesor que la
criticó razonadamente en su charla) y a la propia ley castigando la
conducta íntegra y dando la razón al mentiroso. Y
también a toda la comunidad de la Escuela Pública (la de mi cole y la de
tantos otros, Marea Verde, mi sindicato y otros sindicatos, algunos
partidos, gente que conozco y que no), donde tiene que estar: apoyándome
ahora a mí y mañana a quien toque. Gracias. No tengo nada que reclamar
ni recurrir.
Alberto Lorente

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