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Autor: Arainfo (arainfo.org)

En este texto quiero relatar lo me sucedió en la madrugada del Viernes 21 de Marzo de 2014, hace un poco menos de dos años en la Plaza de la Madalena, hechos que tendrán como consecuencias una detención, cuatro sanciones administrativas, una agresión, una operación quirúgica y finalmente un proceso judicial en el intervalo de tiempo de dos años.

Todo empieza cuando cuatro policías vestidos de paisano de la policía nacional nos paran a tres personas y a mí cuando andábamos por la calle Universidad llegando a la Plaza de La Madalena a la altura de la puerta de la iglesia y nos piden que nos identifiquemos, sin motivo aparente. Accedemos a identificarnos al tiempo que nos cachean y preguntamos el por qué de la identificación. Desde el momento de la identificación, se suman cuatro coches de policía y varios agentes más. En un momento dado, habiendo sido ya identificado y cacheado, uno de los policías me aparta del grupo unos pocos metros y me pone contra la pared, dándome empujones con bastante fuerza en el costado. Mí reacción es darme la vuelta y avisar al policía de que ya he sido identificado y cacheado. En ese momento oigo «a este os lo lleváis» (ahora mismo no recuerdo si esto son las palabras exactas, pero en cualquier caso si no fue así fueron palabras muy parecidas). En cuestión de pocos segundos me encuentro en el suelo, boca abajo, esposado y en espera de ser llevado a comisaría. Ni las personas con las que voy ni yo podemos comprender qué es lo que ha ocurrido para encontrarnos en tal situación, personas a las que posteriormente llegarían sanciones administrativas.

A partir de aquí, se me introduce en un coche patrulla y se me traslada a la comisaría del Actur. Durante el viaje en el coche, el policía que conduce el coche, al llegar al inicio de las rotondas que se encuentra hace ciertas maniobras volteando el coche, desconozco si con el propósito de que yo, esposado con las manos detras de la espalda, me mueva de un lado a otro del coche dando con mi cabeza en los laterales, hecho que así sucede. Cuando llego a la comisaría, al salir del coche un policía me aprieta aun más fuerte las esposas de lo que ya las tenía, pese a mis quejas, y se me introduce dentro de la comisaría en una habitación pequeña, sin luz y con barrotes. Al pasar unos minutos en este espacio empiezo a notar especial dolor en las muñecas y una fuerte sensación de acumulación de sangre en las manos debido a la extremada fuerza con la que estoy esposado. Empiezo a alzar la voz diciendo lo que me sucede en estado de ansiedad puesto que siento una fuerte presión de la sangre en las manos. Al rato viene un policía y me coloca las esposas de manera que me aprietan un poco menos y a continuación me conduce a otra habitación.

En esta habitación, con muchos policías presentes, suceden los hechos con peores consecuencias para mi físico.

Se me pone de cara a la pared y se me empieza a vaciar los bolsillos de manera brusca. Caen monedas y llaves al suelo y es en ese momento en el que, al quejarme volviendo la cara hacia la derecha, recibo un fuerte puñetazo, sin verlo venir ni esperarlo. Golpe con el resultado de «fractura en estallido del suelo de la órbita derecha» como sería diagnostivado unas cuantas horas despúes por los médicos del Hospital Miguel Servet.

En ese momento empiezo a gritar pidiendo ir al hospital. El agente que me agrede se va de la escena y oigo la voz de un policía que me dice con un tono despreocupado por mi situación y dándome una palmada en el hombro «tranquilo, ahora te llevaremos al hospital».

Me trasladan, con ninguna urgencia, al Hospital Provincial de Zaragoza en la calle Ramón y Cajal. Me atienden, me hacen unas pruebas, entre las cuales figura un escáner de la cabeza y deciden que no tengo una lesión grave como para tener que hospitalizarme ni intervenirme de ninguna manera más allá de alguna cura y algún medicamento antiinflamatorio. Me vuelven a llevar a comisaria. Esa noche duermo en el calabozo de la comisaría del Actur.

Al día siguiente, apróximadamente a las 2 de la tarde, salgo del calabozo a los baños de la comisaría en compañía de un policía tras haberlo pedido. En el baño me lavo un poco la cara y al sonarme la nariz el ojo derecho se me desplaza de manera sensible fuera de la cuenca. Sin espejo en el que ver que ha pasado salgo inmediatamente del baño asustado y, cómo sería mi aspecto, que veo la cara de susto del policía que me coge del brazo y me dice que me tienen que llevar al hospital inmediatamente.

Se me conduce de nuevo al Hospital Provincial por una pareja de policías que me tratan de una manera muy diferente a cómo lo habían hecho compañeros suyos el día anterior, hasta son amables conmigo preocupándose por mi situación, sin duda tener a un detenido con tal lesión después de pasar por calabozos para ellos es un problema y por esto intentan tratarme algo mejor de lo que lo harían en otras circunstancias.

Llegamos al Provincial. El equipo médico del hospital decide que no se me puede atender en ese centro y que se me tiene que llevar al Miguel Servet. En el traslado en furgoneta al Servet me sorprende comprobar por la ventanilla con rejas del vehículo como los policías paran y estacionan en doble fila en una calle cercana a la universidad, bajándose uno de los policías y metiéndose en un bar, para volver unos 15 minutos después con un par de bocadillos envueltos en papel de plata, aunque en ese momento realmente pocas cosas me sorprenden ya de lo que me está pasando.

Ya en el Servet me hacen distintas pruebas durante horas, siempre en compañía de los policías, y diagnostican que tengo roto el suelo orbital derecho de la cara y que necesitaré intervención quirúrgica para arreglarlo, por lo que me deciden hospitalizar en planta. Curiosa situación y curiosas las caras y reacciones de la gente cuando anda uno con un ojo más que morado, esposado y con la compañia de dos policías de pasillo en pasillo del Servet mientras te hacen pruebas.

En la habitación del Hospital me informan de que tengo la opción de que me vea el secretario del juzgado en el hospital o que me vea el juez el día siguiente. Decido que prefiero que me vea el juez al día siguiente.

Al día siguiente, paso toda la mañana trasladado primero a la comisaría del Actur y después a los juzgados de Ranillas, en donde espero varias horas hasta que se me conduce primero al juez forense y después al juez que me juzga de los cargos de resistencia a la autoridad. Soy puesto en libertad a la espera de juicio en la tarde del 22 de Marzo.

A partir de aquí paso unos días entre el hospital y mi casa, siendo intervenido el día 26 de la reconstrucción del suelo de la órbita derecha. De la operación salgo con el ojo derecho cosido con puntos y una recuperación por delante de varios meses. Durante el tiempo de la recuperación, en concreto cuatro meses, primero me quitan los puntos del ojo y paso unos meses con visión doble superpuesta y con el ojo estrábico. En estos meses también me quedo sin trabajo, al no renovarme el contrato en la empresa en la que en esos momentos trabajaba, pese a que me habían manifestado antes de lo sucedido que la intención era la de renovarme.

Se me da de alta médica a finales de Junio de 2014 y lo que me queda por delante es un proceso judicial donde a mí se me juzgará por resistencia contra la autoridad y a los policías por agresión, siendo juzgado todo a la vez.

El juicio tiene lugar un año después, en Septiembre de 2015. Puesto que durante el proceso de mi denuncia contra la policía participo en varias ruedas de reconocimiento en las que identifico al policía que me agredió y al ser un policía el acusado de una agresión que acaba en lesión que necesita de intervención quirúrgica, el juicio debe celebrarse en la Audiencia Provincial.

Ese día en la sala están, entre otras personas, tres jueces del estado, un fiscal del estado, un abogado del estado, el abogado de los policías (del Estado) y bueno, también está el abogado que me representa a mí. Declaran muchos policías, en principio todos los que estuvieron en comisaría la noche que ocurrió, y al declarar entran en numerosas contradicciones de lo sucedido.

Al final el veredicto hacia mí es la absolución de los cargos de resistencia contra la autoridad y para el policía que me agredió y pese a ser reconocido en varias ruedas de reconocimiento, la evidente lesión y las contradicciones de los policias en sus declaraciones, la absolución también. Ni se me indemnizó de ninguna manera por los daños físicos causados, por la intervención quirúrgica, por los cuatro meses de recuperación, por perder el empleo ni por ninguna otra razón. Ninguna responsabilidad subsidiaria del estado aunque se suponga que mientras estas detenido estás bajo su custodia. Ningún culpable. Por lo visto me estalló el hueso de la cara así, sólo.

Además de todo esto, los costos del juicio me suponen una multa administrativa de 300 euros y 1500 euros en gastos de juicio. Si quiero recurrir tendría que ser en el Tribunal de Justicia de Aragón, con todavía un coste mayor de tasas, procurador y abogado. Y como ni tengo el dinero ni las ganas de seguir con esto…no hay más preguntas señoría.

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Y ahora, que ya he relatado lo que ocurrió quiero cambiar el tono y agradecer a toda la buena gente con la que iba esa ‘primera noche de Juepincho’, a la buena gente que me dieron cobertura legal, a las buenos amigos, compañeras y compañeros de colectivos que me esperaban a la puerta del juzgado, a las buenas vecinas y vecinos del barrio, a la buena gente que me arropó esos meses de recuperación y a la gente del Grupo de Derechos Civiles 15M Zaragoza que me han ayudado a pagar los gastos del juicio y me han dado la posibilidad de poder contar lo sucedido para que, al menos, un caso así no quede en el oscurantismo de los calabozos y lo privado para ser hecho conocido públicamente.

Ni olvidamos ni perdonamos. Seguimos.

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