¿SE PUEDE SABER QUÉ PINTA LA POLICÍA LOCAL VOCEANDO, CACHEANDO Y MULTANDO A LA PUERTA DE UN COMEDOR SOCIAL?
Publicamos a continuación el relato de una escena vergonzosa e intolerable. Ocurrió a las puertas del Comedor Social de la Parroquia del Carmen, en la calle Santa Ana de Zaragoza, y no se trata de un caso aislado. En la cola de un comedor social acabaron denunciadas por pisar la calzada en el borde de la acera (“transitar por la calzada existiendo zona peatonal”, rezan la denuncias de 18 euros) sin “obedecer las órdenes o señales del agente” denunciante (rezan las de 200 euros). Todo el “delito” cometido por quienes llenaban ese tramo de acera frente a la puerta del comedor era estar ahí, esperando. El resultado: falta leve y falta grave contra el Reglamento General de Circulación para quienes esperaban en una cola que rebosaba la acera a la puerta del comedor social y se atrevieron a hacer ver a un agente de la Policía Local que sus maneras, voces y actitud no eran, ni mucho menos, las más respetuosas posibles.
– Nos preguntamos por qué misteriosa razón “preventiva” ha de ser la policía la que “acompañe” a quienes esperan a las puertas de un comedor social.
– Dado que la conducta del agente denunciante es bien conocida por quienes sufren el (ya de por sí más que suficiente) tener que esperar en la cola del comedor, exigimos a la autoridad competente (que no es otra que el Excelentísimo Ayuntamiento de Zaragoza) que tome las debidas medidas disciplinarias con respecto a la actitud y las prácticas de dicho trabajador de la administración pública.
-Las sanciones han sido recurridas por la vía legal pertinente. Deseamos que este disparate sea cancelado cuanto antes y no vuelva a repetirse.
– Basta de represión, abuso, criminalización y humillación.
– Basta de dedicar recursos policiales para gestionar problemas sociales.
– Basta de provocar injusticias contra las víctimas más perjudicadas por la injusticia.
– Basta ya.
Grupo DerechosCiviles15mZaragoza, diciembre de 2016
RELATO
Por la presente hago constar el incidente acaecido con agentes de la Policía Local el pasado sábado 3.12.16, a eso de las 13:50h, a la entrada del comedor social de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en la calle Santa Ana, entre la calle Albareda y el paseo María Agustín. La discusión se inició entre uno de los dos agentes de la patrulla que acude a diario a la entrada de dicha instalación. Es importante reseñar el trato despectivo, amenazador, ofensivo y carente del más mínimo indicio de respeto al que nos tiene sometidos y acostumbrados cada vez que el mencionado agente viene a “vigilarnos” en nuestro derecho a comer. Resulta igualmente significado el hecho de que las dimensiones de esta calle dificulten en gran manera tanto el tránsito sobrecargado de los vehículos que a esa hora no dejan de cruzar ese tramo como la estancia y permanencia de los usuarios del comedor, que a esa hora se apretujan incómodamente. El tramo de acera que da a la entrada es demasiado estrecho para una media aproximada de 200 personas y en la acera de enfrente nos está estrictamente prohibido situarnos, por presión de los comercios, además de que se entorpecería el deambular de los paseantes de ese sector. Todo eso llega a hacer que, en ocasiones, aumente la tensión entre las personas que esperamos a entrar al recinto.
Cuando viene, el mencionado agente se dirige a nosotros en términos tan cordiales como “yo tengo una forma de trabajar: les aviso dos veces y a la tercera actúo de otra manera”. Y eso para reprobarnos que alguno de nosotros esté pisando la calzada. En eso estábamos precisamente cuando, ante sus injustas amonestaciones, yo le proferí quejas referentes a que no nos amargase la comida. Y ya, en tono más ácido, le sugerí que mejor contase hasta cinco y así, de un tirón, aligerase su estratégica amenaza de contar hasta dos. También en tono de queja hice alusión a su talante ya conocido en ese servicio, por tratar de forma antipática e inapropiada a los asiduos al comedor. En eso procedió a solicitarme la documentación, ante lo cual mi compañero intervino en la conversación. Posteriormente, fuimos persuadidos de ponernos cara a la pared, para ser incómodamente cacheados y depositar nuestras pertenencias en el suelo para que pudieran revisarlas. En una de mis quejas, les hice responsables de que, agotado el tiempo de entrada, no podríamos entrar a comer y que eso sería responsabilidad suya, ante lo cual me contestó que no. A este respecto, mi compañero me comentó después que pudo presenciar perfectamente cómo el agente hizo un gesto a los regentes del comedor, indicándoles que nosotros no entraríamos. A la identificación y el cacheo les sucedieron dos multas a cada uno por permanecer en zona prohibida a los peatones y por desobediencia a las correcciones del agente municipal, las cuales accedimos a firmar sin poner ninguna objeción.
Esta es una breve síntesis del incidente acaecido con agentes de la Policía Local, algo que podría haber ocurrido o volver a ocurrir cualquier otro día del año en esta ciudad de Zaragoza.