La primera ocurrió el año pasado, en la madrugada del 5 al 6 de abril de 2016. Miguel Ángel Fernández pasó entre 6 y 9 horas muerto en un calabozo de la comisaría del CNP en Ranillas (barrio del Actur). Miguel Ángtel murió entre las 5 y las 8am, pero los agentes declararon que se percataron de su muerte «cuando fueron a despertarle» a las 14:30h. «Edema pulmonar agudo». Las causas no parecen importar a casi nadie. La familia, a la que sí importan las causas, denunció. La Asociación Libre de Abogadas de Zaragoza se personó como acusación popular. Pese al cúmulo de disparates que adorna ese drama, la vía penal acabó cerrada al segundo intento de hacer justicia. No olvidaremos a Miguel Ángel.
La segunda fue publicada en prensa (Heraldo de Aragón) el pasado 24 de agosto. De momento, solo conocemos su nombre. Roberto A.S. tenía 42 años y murió, se dice otra vez, «por causas naturales». Por supuesto: cuando hay una «causa» que conduce a la muerte, morirse es lo natural. Eso es obvio. La cuestión es que morir bajo custodia nunca lo es, porque encontrarse bajo custodia no lo es. Como en el caso anterior, sus custodios se percataron de la muerte de Roberto varias horas después de que este falleciera, hacia las 9:30h. La Jefatura Superior de Policía de Aragón «no quiso ayer confirmar ni desmentir este suceso» a la periodista que redactó la noticia. No olvidaremos a Roberto, como no olvidamos a Miguel Ángel.
Continuará.
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