También el próximo 22 de Diciembre, aprovechando la presentación del libro de María Bastaros «Historia de España contada a las niñas», podremos disfrutar de la frescura del libro y su autora y, además se visibilizará el apoyo a la causa de DDCC, porque se recaudarán fondos para la caja de resistencia #derechoscivileszgz y su lucha antirrepresiva a través de unos dulcecitos veganos para chuparse los dedos y del sorteo del último libro de María: «Herstory».
¿Hacen falta más razones para no perdéroslo?

#aminomevanacallar
#apoyomutuo
#soloentrevecinaspodemossalvarnos

¡Nuevo sorteo colaborativo!

Frente a la criminalización de las personas migrantes y racializadas tenemos la obligación de ejercer el apoyo mutuo ante situaciones de opresión, de no mirar hacia otro lado, de no callar.

Importante también es no sentirnos solas en este apoyo y sentir la responsabilidad colectiva, respaldando las cajas de resistencia antirrepresivas y a los propios colectivos de personas racializadas.

Si quieres colaborar con la caja de resistencia de Derechos Civiles Zaragoza,  por tan solo 3€ puedes colaborar con ella y además entrar en el sorteo de un ejemplar del libro «Herstory: una historia ilustrada de las mujeres» del cual una de las autoras es la activista zaragozana María Bastarós.

Esta iniciativa surge a raíz de la última sanción a otra activista de la ciudad, que fue multada con 601€ por increpar el racismo y la violencia de los UAPO, en un nuevo caso de Ley Mordaza.

El sorteo tendrá lugar el próximo 22 de diciembre de 2018, en la presentación del libro «Historia de España contada a las niñas», de la misma autora, a las 12,30h en la Pantera Rossa.

Participaciones ya a la venta en A Flama y en La Pantera Rossa.

Frente a su fascismo y su racismo ¡No nos callarán!

Es una iniciativa del grupo de apoyo a la persona que vivió la denuncia que aquí se expone.  Será en el Centro Social Librería La Pantera Rossa, Calle San Vicente de Paúl, nº 28, desde las 12’30 h.

Nos llega una nueva denuncia pública acerca de una sanción impuesta según la Ley Mordaza, todavía vigente en su integridad.  Apoyamos a la persona afectada y difundimos su experiencia para mostrar una vez más la utilización que se hace de esta ley, contra personas que sólo andan por la calle.  Parece ser que es un infracción grave pararse a mirar una actuación policial que, tal y como nos cuenta, resultaba abusiva, una identificación motivada seguramente por el perfil étnico de las personas a las que se está identificando, usando además una fuerza excesiva.  Dentro del catálogo que ofrece la Ley Mordaza, esta vez le ha tocado al artículo 36.06: «La desobediencia o la resistencia a la autoridad o a sus agentes en el ejercicio de sus funciones, cuando no sean constitutivas de delito, así como la negativa a identificarse a requerimiento de la autoridad o de sus agentes o la alegación de datos falsos o inexactos en los procesos de identificación.»   La persona sancionada niega cualquier desobediencia o resistencia, tampoco se negó a nada; simplemente miró mientras le dejaron, para después ser identificada.  Allí se inició el proceso burorrepresivo, lento pero implacable, que culmina con la resolución de infracción grave con 601 euros de multa, recurrida ahora por medio de un recurso de alzada.  Sin embargo, en este caso, la ley mordaza ha fracasado en su pretensión de aislar y escarmentar a sus víctimas; esa represión que buscan que sea silenciosa y discreta, que se quede en el interior de quienes la sufren para que no vuelvan a atreverse ni siquiera a mirar lo que hace la policía.  No lo han conseguido.  Aquí mismo se dice al final: «Quieren proceder fuera de la ley, identificando discriminadamente por motivos racistas y con métodos totalmente desproporcionados. Y además, quieren que nos callemos si vemos como lo hacen. A mi no me van a callar».

El pasado 25 de noviembre de 2017, cuando me disponía a volver a mi casa después de un concierto, me topé con un registro policial totalmente desproporcionado en la Plaza del Justicia. Pude ver dos chicos jóvenes, aparentemente árabes, contra la pared de la plaza, con los brazos en alto. Su actitud era completamente sumisa ante las órdenes de los agentes de la UAPO, pero pese a ello, pude ver como les obligaron a tumbarse en el suelo golpeando sus porras contra sus piernas. En ese momento me acerque con intención de ver mejor cómo procedían, al tiempo que llegaba un furgón más y me tapaba la visión. Me asomé para comprobar si seguían excediéndose en su desproporcionado registro, momento en el que uno de los agentes vino a mi para impedirme ver la escena. De muy malas maneras me dijo que lo que estaba pasando ahí no era asunto mio y que me fuera, respondiéndole yo que si no estaban haciendo nada mal por qué no podía ver cómo procedían. Mis palabras debieron sentar muy mal al agente, que se dispuso a identificarme y a amenazarme con denunciarme.

Un año después, el 18 de octubre de 2018, recibo en mi domicilio la notificación de una infracción grave, que me sanciona con 601€ de multa por, según el agente, traspasar el cordón de seguridad (que no existía), poniendo en peligro la integridad física de los agentes y la seguridad ciudadana.

Quieren proceder fuera de la ley, identificando discriminadamente por motivos racistas y con métodos totalmente desproporcionados. Y además, quieren que nos callemos si vemos como lo hacen. A mi no me van a callar.

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