CAPÍTULO 3

La sentencia y los tiempos que corren

Ya tenemos sentencia para Serigne, Souleymane y el agente de Policía Local que redujo a éste golpeándole en la nunca con la culata de su arma. Las crónicas del juicio podéis leerlas aquí:

Día 1: https://arainfo.org/el-juicio-a-souleymane-serigne-y-un-agente-de-la-policia-local/

Día 2: https://arainfo.org/el-juicio-a-souleymane-serigne-y-un-agente-de-la-policia-local-segundo-y-ultimo-dia-del-juicio/

“Las sentencias”, esas perlas que adornan los tiempos que corren. Lo resumimos en 9 puntos:

1/ La prioridad. La sección nº 1 de la Audiencia Provincial de Zaragoza, presidida por el ilustrísimo magistrado Alfonso Ballestín Miguel, ha absuelto de dos delitos (lesiones y contra la integridad moral) al agente de Policía Local que golpeó en la cabeza, por detrás, a nuestro compañero Souleymane. Esa agresión es lo único que quedó acreditado por los testimonios de los testigos, la víctima y el propio agresor, pero la absolución se justifica porque (como es obvio) no todos los relatos de la escena “coincidían” en todos sus detalles. Nadie pudo confirmar “la secuencia” completa. Nótese también que los argumentos expuestos por el tribunal para justificar esa absolución no coinciden con las declaraciones del propio agente, pero el testimonio de su compañero (el único a su favor) ayuda.

2/ La necesidad. Para cumplir con la prioridad, Souleymane también ha sido absuelto de un delito de atentado. En este caso, curiosamente, la declaración del segundo agente no basta para apoyar la versión de su compañero y la consiguiente condena a Souleymane. En nuestra opinión, castigar a Souleymane con el único testimonio de los agentes (mientras su agresor salía de rositas por desenfundar su arma y golpear en la cabeza a una persona inerme y ya reducida) habría sido una decisión “infumable” y arriesgada, pues habría abierto las puertas a un recurso con muchas posibilidades de prosperar y, con ello, a que la defensa de Souleymane y la Acusación Popular del GrupoDerechosCiviles siguiésemos haciendo nuestro trabajo.

3/ El daño colateral. ¿Y qué hay de Serigne? Pues él sí ha sido condenado, por dos delitos (resistencia y lesiones leves), como buen chivo expiatorio. Aquí, creedlo, no hay más prueba que el testimonio del agente que detiene a Serigne (mientras presenciaba la detención realizada por su compañero para poder declarar en su defensa, no olvidemos semejante alarde de visión periférica en una acera llena de gente). Su palabra vuelve a bastar para condenar. “Dos de tres”, y así se cuadra el círculo.

4/ Lo siguiente. La defensa de Serigne ha recurrido la sentencia, que le impone una pena de prisión en grado mínimo y otra de multa que suman unos 200 euros.

5/ Lo que ahí se queda. La defensa de Souleymane (y acusación al agente agresor) no ha recurrido. Respetando la comprensible decisión de nuestro compañero, nosotras (acusación popular) tampoco. Después de tres años largos, esta “doble absolución” minimiza la posibilidad de éxito de una apelación al TSJA. En todo caso, el camino recorrido añade otro ejemplo a lo que ya sabemos: el sistema penal es, entre otras cosas, un aparato productor y reproductor de daño social.

6/ Primera conclusión. Vale la pena pelear tres años para sentar en el banquillo al problema insititucional que genera situaciones como ésta. Seguimos convencidas de que el sistema penal no resuelve los problemas sociales sino que los agrava de forma obscena: más privilegio para unos y más castigo para otros. Siempre la misma balanza trucada. Nuestro humilde objetivo es visibilizar la injusticia, aprender juntas a denunciar y combatirla, hacer público cada caso, apoyar a nuestras iguales y convenceros para que suméis vuestras fuerzas a la resistencia cotidiana, la organización y el APOYO MUTUO.

7/ Segunda conclusión. Hay violencias de origen y violencias secundarias. Hay violencias estructurales e institucionales y violencias físicas. Hay violencias individuales, violencias simbólicas, violencias brutales, violencias que ejecutan la brutalidad en ejercicios concretos de abuso de poder y violencias que reflejan una rabia cocinada a fuego lento, constante, sostenido y absolutamente insoportable.

8/ Otra barbaridad. Cuatro jóvenes han sido condenados SIN PRUEBAS a 6 años de cárcel cada uno por acudir a una manifestación de repulsa contra un partido político. A la vista del operativo policial, la amenaza a nuestros derechos y libertades parecía estar fuera del auditorio municipal, y no dentro. Una (siempre violenta, a menudo brutal) carga policial en la avenida de Fernando el Católico fragmentó la manifestación y muchas personas buscaron cobijo en el campus universitario, donde las balas de goma acabaron cruzándose con los adoquines. Los cuatro condenados (más otros dos, menores de edad) acabaron detenidos en los alrededores, pasado un buen rato. Alguno de ellos estaba tomando un café. Ninguno pudo ser reconocido los vídeos de la seguridad del campus. NO HAY UNA SOLA PRUEBA OBJETIVA de su participación en el disturbio. En el juicio, qué curioso, las pruebas no las presentó la acusación (supuesta encargada de probar el delito) sino la defensa. A la mierda la presunción de inocencia, viva la presunción de 6 años de cárcel. La versión de los agentes volvió a funcionar como prueba suficiente en un proceso penal, según el tribunal presidido por el ilustrísimo magistrado Carlos Lasala Albasini. La AUSENCIA DE PRUEBAS acaba perjudicando al acusado. Más chivos expiatorios. Más violencia institucional para sostener la violencia estructural. Un valioso y patético aprendizaje: “podemos joderte la vida pasándonos por el forro las mismas normas y garantías que decimos aplicar y te obligamos a respetar, sobre las que tiene poco que decir y por las que vas a pagar”.

9/ ¿Paz sin justicia? Porras que amoratan cuerpos y balas de goma que arrancan ojos. Disparadas por un policía. Compradas para que un policía las dispare. Ojos arrancados que importan poco a quien compra las balas de goma. Un policía las vuelve a disparar. Y otro. Otros usan fuego real en Linares. Otros, 24 horas antes, habían dado una paliza a un padre y su hija menor. Otros, cualquier otro día, “cazan” pobres en nombre de vaya usted a saber qué bien jurídico amenazado. Otro, tres años antes, agarró su pistola y le abrió la cabeza a un negro.

10/ Y poco más. Y todo por hacer. Todo por conseguir. Para todas y todas juntas. Porque no hay paz sin justicia. Eso sí es un valor superior y no la poesía constitucional que permite desahuciar pobres, quemar chabolas, asesinar inmigrantes o arrojar cuerpos explotados hasta la muerte en la puerta de un hospital. Recogeremos la justicia y la paz que sembremos, cueste el tiempo que cueste.

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