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El Ayuntamiento de Zaragoza ha aprobado la «Ordenanza Municipal de Limpieza Pública y Gestión de Residuos», una especie de «Ordenanza Cívica 2.0» que sancionará con multas de 50 a 750 euros «la extracción, rebusca, triaje o recogida de residuos una vez depositados en los recipientes ubicados en la vía pública», definida como infracción leve. ¡Prohibido y castigado rebuscar en la basura! y, a quien no pueda pagar la multa, quizá el benévolo regulador le envíe a un curso de reeducación (arts. 13 y 14 Ordenanza Municipal Reguladora del Procedimiento para el ejercicio de la Potestad Sancionadora).

Otra de las numerosas prohibiciones es la de «tender ropa mojada o regar plantas ensuciando la vía pública o produciendo molestias». El horario para limpiar balcones y terrazas o regar las macetas «será desde las 22 horas de la noche hasta las 8 horas de la mañana», que ya hay casas bastante feas con gente bastante fea como para encima colgar ropa, que hace feo y gotea sobre las cabecitas de los-as turistas. A ver, que los autores de la «Ordenanza Cívica» en tiempos de la gloriosa Expo no pusieron Zaragoza en el mapa para que ahora se fastidie tan glorioso plan (lo de la deuda municipal, la especulación y la expulsión de población de ciertos barrios, ya tal).

La Ordenanza actual incluye muchísimas más prohibiciones, pero nos basta con esas dos para publicar este mensaje.

Muy apreciados-as, clasemedialtos-as y aseados-as munícipes:

1- aporofobia es la repugnancia o temor obsesivo a la pobreza y a toda aquella persona que es pobre. Ustedes y la política municipal que ustedes defienden temen la pobreza como quien teme a la cucaracha que asoma por debajo de su puerta, precisamente porque los-as pobres les repugnan. Eso es lo que ustedes padecen e infligen a una mayoría de habitantes de esta ciudad;

2- además, ustedes profesan desprecio y no odio porque el odio se da entre iguales y ustedes desprecian desde arriba, como debe ser;

3- eso no quita que, de vez en cuando, algún intrépido cachorro de clase acomodada se embarque, con aparente animus odioso, en la aventura de ridiculizar, humillar o dar una paliza a alguien que duerme en la calle, que para vivir aventuras se es joven y sólo se vive una vez. Pero ése es otro tema;

4- les pedimos sinceridad: la inmensa mayoría de ustedes no lava su propia ropa, no tiende su propia ropa, no riega macetas, no saca su propia basura y no se ha dado los buenos días en su vida con quienes rebuscan en la basura. A la mayoría de ustedes les lavan la ropa, les tienden la ropa, les recogen la ropa, les riegan las plantas y les sacan la basura, que el servicio público es una vocación muy sacrificada;

5- para acabar, hablemos del artículo 80, que dice que «serán responsables de las infracciones quienes las cometan». ¿Cuánta flojera y cuánta hipocresía tendremos que seguir soportando? Bien saben ustedes que eso es FALSO. Los responsables de las infracciones son quienes, como ustedes, las redactan y votan. Una conducta puede considerarse buena o mala, un acto puede ser virtuoso o nefasto, pero sólo serán «infracciones» si antes se han definido como tal. Muchas de las normas que definen tales infracciones son dictadas según esa creencia FALSA, extendida por los de su clase, de que la pobreza es una carencia moral que se combate con más policía y las normas son «igual para todos». En 1804, un obispo inglés se lo recordaba a la aristocracia de Londres en su conferencia ante la Sociedad para la Supresión de los Vicios: «os pido que sigáis las leyes aun cuando no hayan sido hechas para vosotros, porque así al menos se podrá controlar y vigilar a las clases más pobres» (esa chusma que afea la foto). Y así desde entonces, hoy en nombre de la convivencia y el civismo.

6- reconozcan públicamente que su misión es convertir la ciudad en una maqueta a gusto y beneficio de sus propietarios-as, cada vez menos accesible para la mayoría de sus habitantes y al grito de ¡espacio público de calidad!, llenando parques y plazas de terrazas hosteleras (cuanto más caras mejor), mercadeando con el suelo, privatizando, disciplinando y mercantilizando el decorado para una «ciudadanía de calidad», que significa para quien pueda pagarlo todo a la vuelta de cada esquina, y expulsando a quienes no tengan «suficiente calidad». Ánimo, ilustres y filantrópicos servidores públicos, que están ustedes a punto de completar la misión. Lo de la justicia social y el acceso universal a los servicios básicos, también llamados DERECHOS, queda para otro rato, quizá para nunca, que lo primero es lo primero (y para los primeros).

Que la fuerza (del orden) les acompañe.

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