Un abuso de autoridad, un montaje policial son eufemismos para explicar una actuación policial basada en la mentira, en hacer algo no por los hechos que hayan sucedido sino por las personas que haya implicadas. Siempre tienen unas consecuencias graves sobre las personas afectadas. En Zaragoza, estamos siendo testigos de como un abuso policial puede llevar a 4 personas a la cárcel como explica aquí el padre de uno de ellos:Entrevista a Francho Aijón: «Si mi hijo va a la cárcel, será un preso político»
Por nuestra parte aportamos aquí el testimonio de otra persona sobre algo sucedido aquí, en Zaragoza. No había hecho nada, pero pasó su tiempo en el calabozo y tuvo que ir a juicio y aceptar su culpabilidad para evitar males mayores. Expresamos nuestro apoyo a los 6 de Zaragoza y también a esta persona y llamamos a denunciar y a buscar apoyos para acabar con esta lacra de los abusos policiales y que dejen de quedar en la impunidad.
«Una vez más abusaron de su autoridad y yo me convertí en víctima por ser extranjero, por mi apariencia, por ser yo, por tener la mala suerte de pasar por delante de ellos en ese momento.«
Para mi defensa:
En septiembre de 2022, estaba en Zaragoza de visita para la boda de un primo. Una tarde, me pararon dos policías. Me violentaron, y acabé en el calabozo. Meses después, supe que me habían denunciado y me acusaban de resistencia a la autoridad. En realidad todo lo que contaron era mentira. Una vez más abusaron de su autoridad y yo me convertí en víctima por ser extranjero, por mi apariencia, por ser yo, por tener la mala suerte de pasar por delante de ellos en ese momento.
Me siento humillado y avergonzado por mi arresto y la denuncia que estos policías hicieron contra mí. En ningún momento me explicaron lo que sucedía, he sentido mucha confusión porque no he podido entender lo que ocurrió hasta hace poco. Si me denunciaron, yo debería haber hecho lo mismo contra ellos por su abuso de autoridad con violencia.
Primeramente creo que fui víctima de una identificación por perfil de persona extranjera, dicho más coloquialmente, por las pintas, por la apariencia. Cuando la Policía me paró y me pidió la documentación, les pregunté la razón y en lugar de responderme con una explicación, uno de ellos me amenazó con pegarme si no se la daba. No respetaron mis derechos, se vieron superiores a mí y trasmitieron el racismo habitual de agente de la autoridad que está tratando con alguien que sabe que no entiende bien; sentían la impunidad del momento para amargar el día a una persona que no entra en sus criterios de lo que es la normalidad. Mi indignación es justa porque es normal preguntar el motivo por el cual un agente se interpone y pide mi documentación, aunque sea un control de rutina.
Me esposaron y me arrestaron y me llevaron al hospital; en realidad la visita al hospital solo sirvió para que ellos mismos pidieran un parte de lesiones por una agresión mía que no había existido y justificar la denuncia que me pusieron por resistencia a la autoridad.
Los meses que siguieron a estos hechos, pensé en denunciarles, pero para ser honesto, lo único que deseaba, era olvidar la humillación y el trauma que había vivido dado que nunca en mi vida me había pasado algo así. Sentía cólera contra esos policías, pero pensé que simplemente fue su error y prefería olvidar que seguir pensando en esto.
Pero su denuncia contra mí siguió adelante, a pesar de la humillación que me habían hecho vivir. Mi abogado ha tenido que negociar un acuerdo para evitar males mayores para mi persona, pero reconociendo mi culpabilidad por unos hechos que nunca hice. Me equivoqué al no presentar una denuncia contra ellos porque actuaron de forma cobarde, inventándose lesiones e informes de cosas que nunca sucedieron.
Me pregunto que hubieran hecho si los hubiera denunciado, si hubiera podido enfrentarme a ellos en un juicio y contrastar su versión con la mía. Ahora ya es imposible y el daño contra mí ya está hecho. Sólo me queda contarlo para que no vuelva a ocurrir.